"Las noches oscuras, los días sin sol y
de sola oscuridad amenazante, las noches sin dormir y de mirada fija
en un techo que se mueve al compás de los malos pensamientos... El
rellenar huecos yermos con la imaginación impregnada de recuerdos
que no volverán, el más ausente vacío en un interior que nunca
acaba de llenarse, ese hueco negro y hambriento al que le da por
tragarlo todo... Intentos de nublar la vista y cegar el mundo
alrededor... ¡Ese sol, que no brille! Pero eso ya me lo conozco.
Por suerte y por desgracia, que todo es
uno al fin y al cabo, sé de lo que hablo y conozco al momento lo que
puedo ver. Y he visto la sonrisa más sincera y los ojos más
abiertos y coloridos, y los he visto entornarse, a esa misma mirada,
ante un no sé qué hacer y no puedo dejarme llevar. Lo he visto, lo
he sentido y nunca he llegado a olvidarlo. No lo olvido porque es
necesario, porque ese punto de negatividad es necesario incluso para
mí. Ese impulso, tan escondido como incondicional, ha acompañado
cada momento difícil de una vida que pocos han querido o han llegado
a comprender. Pero me ha abierto los ojos como pocas otras cosas lo
harán jamás. Soy nuevo, el sol está aquí adentro y jamás lo
dejaré salir porque será mío hasta el final si con eso, en noches
de negra oscuridad, me da las herramientas para poder entender esos
ojos de gata que miran a ninguna parte, esos que meditan sin saber
cómo actuarán. Por suerte, y por mucha que he tenido, ese punto de
negrura inusitada, detestada a la par que querida, me ha marcado entre
los ojos para distinguir a quien sabe, de quien puede merecer. Y, si
por merecer viene el asunto, a quién más habría de buscar.
No es el momento, como nunca lo ha sido
y probablemente nunca lo sea, pero a mi ya eso es algo que me da el
más absoluto igual. El momento es el momento, se llame como se
llame, y quizá esta noche la luz de la luna que no existía haya
marcado un camino que no sepa seguir, uno del que no me conozca las
piedras de cada rincón. Pero aún así me atreveré a tropezar
cuanto haga falta. Tropezaré hasta con la grava más minúscula que
se me cruce si eso ha de ser, como hoy, el principio de un dulce
final que no acabe en uno separado del otro, sino en un principio de
lo que, a partir de esta noche, sea o nunca será.
No es el momento, pero yo te abrazo,
complaciente y egoísta por sentir el tacto de un encuentro nuevo, de
un no saber exactamente cómo tengo que actuar para llegar al final
de esta carrera. De esta carrera... Vaya expresión, pues ni corro ni
me dejo el hígado en el camino. Más que nada, porque en este rincón
que habito se hizo la costumbre de esperar. Pero encontrarte...
Encontrarte fue otra historia. Un cuento que tiene un comienzo claro,
distinguible, achacable a una noche de fiesta y poca esperanza, pero
incontrolado más tarde en un desatar que yo qué sé...
Y es que, al final de todo, se reduce
la vida a eso: a que no sé. Pero no sé a tu lado, no sé de cerca,
no sé cómo será... pero basta un vistazo a tus ojos de gata, a tu
moverte sin querer, a esos gestos que nadie aprecia más que yo, a
esos momentos en que sobra el mundo... Sobra todo menos esa mirada
que, furtiva, esquiva a todos los comensales de la mesa y se viene a
posar en mi, si bien solamente un segundo. Pero ese instante vale una
eternidad y así lo guardaré, sea lo que sea. Tan valioso y tan
atesorado, que al poco de haberlo conocido ya sé que quedará para
siempre aunque sea en esta imaginación provocada por el alcohol,
buscada mediante dulces que no existen sino porque tú estás.
Al final, como deben acabar las cosas,
quedará la ropa con un olor desconocido, con uno poco acostumbrado
que deshaga esas noches de oscuridad en que, al menos, uno de los dos
mirará al cielo y se alegrará. Ese punto, tan de oscuro que nadie
sabe, yo lo conozco. Ese punto, tan de tú que nadie conoce, arde en
el deseo más interior que puedo albergar. Ese punto, tan... Seré lo
que haga falta y aún, si se necesita, seré muchísimo más. Seré
todo lo necesario, todo lo que necesitas y que quieres, todo lo que
podrás desear. Aunque, destino incierto, puede que al final me tenga
que marchar por donde he venido, rabo entre las piernas y orejas
gachas, al calor de otra noche en cualquier otro umbral.
Al final, como dicta tantas veces el
papel en blanco de esta vida, será lo que quiera que sea. Pero sé,
y de eso estoy convencido, que en el último momento de un
recuerdo, de una visión extraña que anuncia el final, seré yo
quien se presente y serás tú la última en quien pensar."
No hay comentarios:
Publicar un comentario