miércoles, 11 de mayo de 2016

DESHUMANOS

"A medida que me acercaba, la figura de un hombre orondo se hacía cada vez más notoria. Sentado en un banco que se enfrentaba perenne a la puerta de entrada de un bar más bien pequeño, típico de pueblo, los ojos del hombre iban de la ceniza del cigarro que sostenía en la mano a la gente que entraba y salía del establecimiento. Angosto era el pasillo de entrada, como angosta la mirada que lo contemplaba. Perdido en quién sabe qué pensamientos, el hombre no movía un músculo que no fuese alguno del brazo que sostenía el cigarrillo. Una mirada furtiva para controlar la clientela y de nuevo vuelta al humo y entornar los ojos para que no pique. Un ráfaga, como intentando despertar el interés, o simplemente su atención, pasó rozando el ralo pelo de aquél que parecía empleado del bar aunque, a decir verdad, uno del que no se sabría concretar la función. 

Conforme me acercaba a la figura recién conocida, nunca antes vista, los detalles saltaban a la vista cada vez más claros: ojos tristes, de dirección baja, ausentes en un mundo que parecía no guardar nada en común con el que contemplaban, quizá, en el interior. Ojos perdidos en otro lugar, en uno que podría ser mejor y que, por eso, se sueña; un lugar al que una mirada convencional no llegaría jamás. Nunca, y quizá de ahí el aire de soledad que asomaba a esas pupilas, como de reo encarcelado de por vida. Nunca, o al menos así lo creía la mirada perdida que recorría a desgana el camino entre el cigarro, a punto de consumirse, y la puerta del bar. 

Un pie tras otro, mi atención no podía abandonar aquel fragmento de vida maltratada que mi imaginación había decidido etiquetar como tal. La mirada tan desvanecida, tan potente, tan harta y tan ausente... Aún no sabría decir qué había detrás; pero algo había, algo escondido y maltratado que seguramente nadie antes hubiese hecho el esfuerzo de comprender. Y ese cabello tan corto, casi de estilo militar si el gris no diese pistas certeras de ser producto de la edad. Pero, ¿qué edad podría ser esa? Imposible de calcular... Tampoco era fácil mirando las arrugas de la mano que movía la colilla, a poco de extinguirse, pues parecían más de los que cualquier piel pudiese acumular. Sentado e inmóvil, difícil se hacía saber tanto los años que habían pasado asiendo el mismo vacío de esos ojos, como el porqué de estar sentado ahí, extraviado, contemplativo; aunque quizá sea más correcto decir "perdido", en un banco de madera triste y envejecida por las pintadas mal hechas de unos críos aburridos.  

Finalmente, como no había más remedio, llegué a la altura del hombre, que en ese mismo instante se levantaba del banco para dirigirse, como atraído por una inercia oscura, hacia la puerta del bar que le esperaba. Músculo a músculo, el cuerpo obeso reaccionó, si bien los ojos seguían postrados en el ostracismo del asiento de madera. Esos ojos, al fin y al cabo, eran los que lo decían todo; pero todo. De cerca, al pasar, pareció que la tristeza de su mirada absorbía todo el universo en un cataclismo sin solución. Pobre recuerdo el que acudió a mi mente, de otro hombre, tiempo atrás, también sentado en soledad  una noche, en otro banco de madera también frente a un bar, desesperado y sin saber qué hacer por no poder saltar del balcón, pues vivía en un primero. Triste imagen y pelos de punta, ojos encendidos y resistiendo el impulso de reventar. Triste recuerdo, pero imposible no fijarse y dejarse arrastrar por el poder ido de esos iris tocados de cataratas, nublados tras un muro de ausencia de realidad. 

Los pasos no pudieron detenerse y continué adelante con mi camino. Pero en ningún momento pude evitar sentirme arrastrado por esa mirada perdida que se adentraba en un mundo lleno de gente a la que no puede comprender. No pude estar ahí más tiempo, pero esa figura bien comida que aguardaba a la puerta del bar quedó grabada en un rincón escondido de la memoria, de la mía, pero tan presente... 

Encontré una mirada perdida, y tan perdida en su pequeño mundo... No pude hacer menos que esfuerzos por no detenerme en otro lugar perdido de mi memoria, uno tan especial y tan guardado, que espero nunca poderlo volver a encontrar. Tanto que ver en la calle... Tantos que no saben ni adonde ir a parar... Tanto que nunca percibe la gente, tanto que pasa por no visto porque ni siquiera se para a mirar.... Pero yo lo vi, y quedó guardado en el recuerdo, como quedaron tantas cosas. Y ese hombre, ahí sentado y sin saber como reaccionar, más que como autómata, no abandonará nunca la decepción de vivir en este mundo de deshumanidad en el que nos hundimos poco a poco sin remedio. Al final, y como ha de ser la cosa, acabaremos sin respirar por no haber podido, por no haber querido contemplar a quien necesita solamente un poco más."

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