viernes, 4 de abril de 2008

SEÑORES DEL TIEMPO

Hoy me han comunicado, nada más llegar al trabajo, que la empresa ha decidido no prorrogar mi contrato. A pesar de no haber tenido queja alguna sobre mí, de que me he adaptado a realizar tareas que no me corresponden, de que no me he quejado de muchas cosas y me he dedicado a trabajar y seguir las instrucciones del jefe, la empresa cree que no soy quien desean en su plantilla.

Pero una decisión así no puede tomarse de la noche a la mañana por inspiración divina. La razón de todo esto es un hecho curioso. Y es que el primero de mis dos días libres estaba ensayando con mi grupo cuando recibo una llamada del trabajo. Al responder me dicen que tengo que ir al día siguiente (también libre) porque falta uno. Yo digo que no puedo, porque ya tenía compromisos que no podía eludir. En ese momento, se toma la decisión de que me voy.

Y yo me pregunto, ¿querrán que viva exclusivamente para trabajar? Porque resulta que no me renuevan el contrato porque no he ido en un día libre. Es un motivo curioso. Pero sí, la culpa es mía por la desfachatez de mi conducta y la forma descarada y visceral con que intento que la empresa se hunda al querer que se me respete el tiempo libre. Porque, además, trabajo seis días seguidos; siete, a veces. Deben ser señores de mi tiempo y controlar mi vida, hacerla girar entorno a ellos.

No sé. Yo creo que las empresas de hoy en día no se dan cuenta de cuál es su bien principal y lo que de verdad puede hacerlas tener éxito. Si la empresa es simplemente un grupo de personas que trabajan en cooperación para lograr un beneficio, es claro que el éxito dependa de que esas personas trabajen bien. Y para conseguir eso, tiene que sentirse agusto y recibir las atenciones necesarias, que no se trabaja por gusto. Cuando uno está contento con su trabajo y se siente relajado, produce más y mejor. Y eso es un concepto muy amplio en el que se incluyen muchos tipos de atenciones.

Pero en este país, por lo que sé y he podido comprobar, no es esa la directriz que se sigue. Aquí parece predominar la creencia de que es la propia empresa, como concepto abstracto, la que genera dinero; como si el estar en tal local la dotara de cuerpo y fuese ella, por sí sola, la que funcionase. Se olvida entonces al trabajador que da vida al local y volvemos a lo mismo.

No sé si esto cambiará, ni si sería tarde o temprano. De todas formas creo que las personas, sean jefes o empleados, son siempre personas y se las puede comprender si se las escucha. Si uno quiere que se trabaje, hay otro que quiere trabajar.

Me encanta el cuadro de Dalí.

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