"La soledad no está tan sola, ¿no ves
que a mi no me abandona? Como una tempestad que va arrancando los
tejados, no sé quién me quitó lo que jamás me habían dado*. Nunca
en la vida comprenderé ese ansias por despojar de lo merecido, de lo
vivido y cuidado en cada instante; no entenderé las pérdidas de
tiempos en amores tan distantes que apenas se pueden percibir. Porque
de percibir hubo su tiempo y quizá se malgastó en conversaciones
banales e intentos de que se pensase bien, de que las ideas fuesen
las correctas y la forma de sentir respondiese. Quizá la soledad
prefiere de carnes que pueda morder, dentelleada a dentellada entre
sonrisa y sonrisa que ocultan lo sentido en pro de un nuevo sentir
que no es el propio. En pro de algo que se va a acabar.
No entenderé, porque ni quiero
intentarlo, cómo siente otra gente que no atina a ver por los mismos
ojos los colores que se despliegan, a esa gente a la que se intenta
corresponder, aliviar y, al final, todo acaba en un abismo que no
debió haber nacido en ningún momento. No entenderé por qué los
senderos que no están marcados conducen a lugares tan indeseables,
tan conscientes de sí mismos que ni tan siquiera quieren albergar a
nadie más. No entenderé el porqué de esos ojos que no me miran,
que ignoran lo que se ha vivido como algo que ni siquiera ha dado
tiempo a conocer. No entenderé cómo la vida se queda abierta y
dispuesta ante un cadáver que solamente espera la forma de resucitar
con una palabra. No entenderé que todos acabemos aquí deshechos
cuando tantas veces hemos intentado triunfar. No entiendo, en
definitiva, lo que la vida me quiere decir; que si es no, es no, y si
es que sí, adelante con todo. Pero, ¿por qué arriesgarlo siempre
en el primer intento al ver la luz?
La luz: esa quizá sea la clave de
todo. Y es que en ti se vio la luz una noche cualquiera, a pesar de
haberla propiciado yo. Vi lo que no está escrito, lo que nunca quise
contemplar por protegerme de una manera tan infantil, porque, después
de todo, conocía la forma en que las cosas acaban y no quería
participar de ello. No quería, no, pero ya ves tú el resultado...
Esa luz nubló cualquier visión de una vida nueva y obligó a las
decisiones a seguir el mismo camino. Esa luz que se presentara una
noche cualquiera en un sitio cualquiera, con unas luces cualesquiera
alumbrándonos a los dos. Esas luces, por tan dispares, que
parecieron alumbrar el nacimiento de un nuevo mundo que nunca
comprenderemos ni tú ni yo. Al menos, no tú.
Unas luces que, tras mucho pensarlo,
mejor que se extingan porque no puedo mirarlas más. Ya me cegaron
demasiado esos destellos de mundos que no podré recrear ni con
palabras, pues bastante me está costando lo último que habrá. Pero
es así: no puedo evitar sentir que nada acaba en este momento, que
tendría que esperar. Y no tiene sentido, ni sentido ni nada, porque
todo, al fin y al cabo tenderá a terminar.
Envidia, bien pensado, es lo único que
puedo albergar por un mundo que tanto ignora cuando quiero darlo
absolutamente todo. Envidia por aquellos que no piensan, que
encuentran sin querer el destino de sus vidas cuando nosotros aquí
estamos, al pie de un cañón que nos revienta la cara, esperando la
situación oportuna para florecer. Nos ignoran y así nos sentimos,
dejados de la mano del tiempo y del no regresar, del quedar
arrinconados en las estanterías atestadas de trastos de este oscuro
bar. Envidia, y no es más que eso, por ver a quien triunfa ya sea o
no merecido, a quien ocupa al fin y al cabo su lugar. Envidia de
todo, de nada, de lo siguiente, del pasado... de quien te tendrá.
La soledad, no está tan sola."
La soledad, no está tan sola."
*Fragmento de : "Si el cielo está gris" (Extrechinato y Tú, Poesía básica, 2001)
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