"La tensión se hace insoportable. El
cielo está casi aquí ya, a ras de suelo, oprimiendo con toda su
inmensidad y su volumen en un cuerpo que no aguanta más. Tanta
presión es insoportable y, al final, tras mucho soportar la piel
sombría resquebrajarse, chorros de un líquido dorado brotan de las
grietas que recorren el cuerpo de cabeza a pies. Como una supernova
que quisiese morir, la oscuridad que envolvía a la silueta se
incendió de repente, inesperada catástrofe que diese al traste con
el cometido de la oscuridad.
La figura lloró. Comenzaron las
lágrimas y abrió los ojos para dejar que los espinos del mundo
rasgasen, capa a capa, tejido a tejido, hasta el más vivo centro de
la visión, hasta que se borrase toda imagen existente y diese paso a
una nueva y más brillante. Pero lloró y lo hizo de un dolor tal que
solamente las cosas más preciosas lo valen. Justo como valía en ese
momento la postura de sumisión que aguantaba el peso de un mundo
inventado y herido. Nada, nada alrededor y todo bajo el peso de esa
negrura que cortaba la piel de la sombra, que la hacía sangrar, que
la hacía brillar...
Todo cayó. Cielos, montañas, ideas,
recuerdos, sentimientos, deseos, esperanzas, olvidos, amores,
desprecios, ilusiones, despertares, compañías, sonrisas, gestos, el
sentido de todo... Todo cayó.
La sombra se imbuyó de la rabia más
ignota y se hinchó, como esperando el momento de reventar. Ríos de
sangre corrían bajo sus pies, ardientes y desmerecidos, ignorados y
aprendidos a aceptar. La tensión de los músculos que se comprimían
bajo el peso del cielo decidió que no había más y, de golpe, estos
quisieron unirse con ese fluir que no iba a ninguna parte. Se
abrieron y dejaron todo al aire, músculos que abandonaban a su dueño
y, por morir, caían inertes y negros a sus pies. Desaparecian como
desaparece lo inútil una vez quemada la última posibilidad.
Desaparecieron, y qué pena... Único vestigio duradero de lo pasado
sin más remedio y sin querer. Desaparecieron y quedó así al
desnudo un esqueleto brillante, traslúcido, casi como hecho de
diamante. Y todo el peso del mundo alrededor en una noche que no
acabaría nunca, nunca... Cielos negros de noches negras y con una
luna a la que le da por no nunca estar... Tanto allí presente qe se
reflejaba en el esqueleto de cristal, en esa esencia ósea de lo
único que, al final de cualquier muerte, debe quedar.
En verdad, tanto se reflejó en
aquellos huesos, tanto se refractó todo que la oscuridad acabó por
disiparse, por desaparecer también perdida en algún rincón oscuro
de un recuerdo indebido. Los brillos que ya emitían por sí solos
los huesos de aquella figura fueron suficientes para dar razones a la
luna como para no volver; ya no era necesaria o siquiera bien
recibida cuando el propio brillo del interior del mundo era tan
increíble. Se deshizo la oscuridad, sí, y llegó el día eterno
que, en algún momento, tendría su final. Pero también llegó así
la consciencia pura de que, bajo toda piel rasgada y por más heridas
que en esta nazcan, siempre quedará un precioso esqueleto de
cristal."
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