jueves, 28 de mayo de 2009

UN COJO EN MADRID

Hace unos días estuve en Madrid. Es la segunda vez que voy, aunque de la primera no me acuerdo ya casi porque tenía unos diez años... La verdad es que la imagen que recordaba no tiene nada que ver con lo que he visto, y es que todo está muy limpio. Ahora, que como para tirar algo al suelo con tres o cuatro policías en cada esquina. Vimos monumentos, calles y algún parque pero, sin duda, de lo que más había era policía.

Dos días en Madrid no dan para mucho y menos aún si vas cojo y con muletas por ahí... Aunque, básicamente, iba porque Marcos me consiguió convencer para ir a un concierto (y no es nada fácil porque soy muy cabezón...), nos dimos una vuelta para ver el centro de la ciudad.

Tengo unas cuantas fotos, pero se vé que la foto turística no es lo mío (y que llevaba la compacta y aún no sé ni dónde tiene las opciones), así que he elegido alguna curiosa en la que sí me entretuve. Y digo "curioso" porque, cuando vas cojeando por una calle del centro de Madrid y, de la nada, te aparece una papelera como la siguiente, eso es lo mínimo que piensas...

Si alguien pasa a menudo frente a este monumento de la decoración urbana madrileña y sabe a qué se debe este adorno "de mierda", que me deje un comentario, por favor. No miré, pero a mi me suena a que sea de una tienda...

Y, claro, si vas a Madrid tienes que ir al Retiro a dar un paseo. Y, nada más cruzar la entrada que da la Puerta de Alcalá (creo, no querría decir una burrada), ya te encuentras con una serie de esculturas un tanto extrañas. En cuanto vi la primera, no pude resistirme a casi gritar que aquello era un ser rechoncho con cabella de paella. Sin ofender al artista y a quienes hayan confiado en él o ella, en serio, ¿es una paella?

Y aquí abajo, un conguito que se acaba de arrancar el corazón (lo que le hace muy feliz, claro) mientras aprende a desfilar como modelo haciendo equilibrio con unos libros en la cabeza:
Y un (o una, pero le veo cara masculina aunque lleve falda) familiar del conguito fusionado con la paella en plan Power Rangers (¿¿se acuerda alguien de la serie??):

No leí de qué iban las esculturas, pero me imagino que tendrá algo que ver con los Juegos Olímpicos o algo por el estilo. Estoy convencido que eso era una paella, así que debe de ser para representar España, porque esculturas había un rato...

En otra entrada comentaré el concierto un poco y a ver si puedo subir un vídeo que grabé de la primera canción que tocaron.

Sólo me queda una cosa que decir: ¡Madrid, qué grande eres, joé!

martes, 19 de mayo de 2009

LA NOCHE DEL ALMA

""" Es de noche. La muerte lo inunda todo y el alma cobarde se vuelve loca. El miedo lo llena todo en la oscuridad del vacío en que todo surge y se desintegra. Aterrada, el alma se retuerce y revienta sus pulmones en gritos apagados, nadie escucha los sonidos. La cabeza le gira en todas direcciones y se orienta hacia el rostro inexpresivo que la espera a lo lejos.

Al acercarse a ese ventanal, el exterior se vuelve un reflejo animado de ese interior insensible y desesperado por matar: nada dentro, nada fuera. Tan sólo el caos se entrelaza con el silencio en una maraña salvaje que se escapa en busca del centro pulsante del ser que los alberga.

Desquiciada, el alma cobarde se vuelve a retorcer y a correr desordenada con los ojos bien abiertos, pero sin ver nada. Otra vez se detiene tras el rostro y lo contempla, impávido y serio, fija en ningún punto su mirada. Incapaz, vehemente o ciego, ningún cambio tiene lugar; ni un músculo, un solo guiño o un parpadeo. El rostro mantiene insensible la mirada.

En el ambiente no hay nada más que muerte, un gel estático y vibrante que lo paraliza todo y degrada lo que encuentra. El alma cobarde e infeliz explota en llamas que a la vez apaga en lágrimas de rabia que la recorren lentamente, humeando y dejando al alma confundida en ese ambiente vacío. El fulgor, que apenas dura unos segundos, arde durante siglos en la piel del alma cautivada.

Pocos segundos después, el alma se había unido al caos que la rodeaba y estaba oscura, despedazada y esparcida por todas partes, inerte, inexistente. El vacío lo devoraba ya todo y en ese lugar oscuro, por fin, no quedó nada.

sábado, 16 de mayo de 2009

FOTOS DE OFICINA Y...

Donde menos te lo esperes, te puedes encontrar una foto interesante; por eso intento llevar la cámara siempre encima. Está bien eso de ir a hacer cualquier cosa y hacer alguna foto por el camino o mientras esperas o porque sí.

Las dos primeras del edificio y la oficina donde trabaja Toni. La escalera y una bañera, que el blanco y negro les da un toque entre tétrico y antiguo que...


Y esta que la hice en el Pixies, mientras tomábamos una cerceva. A ver si alguien adivina a qué le hice la foto:

jueves, 14 de mayo de 2009

PELÍCULAS POR CASUALIDAD

Las casualidades me parecen un fenómeno muy curioso. Cada uno que lo llame como quiera: casualidad, destino, coincidencia, azar... pero sigue siendo algo intrigante.

Ayer, por ejemplo, me encontré por casualidad con una chica que hacía dos años que no veía, justo un par de semanas después de que volviésemos a tener contacto. Me parece curioso.

Pero, además, la semana pasada me quedé viendo una película que hacían de madrugada en la tele porque leí el argumente y me pareció lo bastante extraño como apra quedarme: un hombre se enamora de una muñeca tamaño real, se divorcia de su mujer y, en fin, pasan cosas "poco usuales". Así que me quedé en el sofá todo lo que duró. Aluciné bastante, pero como me gustan las películas cuanto más extrañas, mejor, me lo pasé bastante bien.

No recuerdo el título, pero me quedé con la impresión de que el actor principal era bastante bueno y en las cosas que le tendrían que pasar por la cabeza al hacer películas de ese tipo; tampoco me quedé con su nombre.

Lo curioso es que hace también un par de semanas que se me pasó por la cabeza ver una película que ví de pequeño y de la que guardaba buen recuerdo (supongo que porque tiene que ver con comida y me pilló en una de mis épocas de querer ser cocinero). Así que hoy la he visto: La gran comilona. Vaya sorpresa me he llevado al ver que el primer actor que aparece, prácticamente, es el mismo que el de la película extraña del otro día: Michel Piccoli. Hoy me enterado, así, de que la película de la muñeca se llama Tamaño natural.

Me gusta se den estas coincidencias, es algo que despierta mucho mi interés. Algunos dicen que nosotros mismos somos quienes atraemos las cosas o lo que nos sucede (como la autora del libro El Secreto, aunque me parece una explicación demasiado simplista para lo que trata). Cada uno, como siempre, que piense lo que quiera.

viernes, 8 de mayo de 2009

LOS OJOS

A pesar de lo que dije, estar en casa encerrado con el pie en alto no ha sido lo mejor para la creatividad y he descudiado el blog (y a mí mismo, en cierto modo) un poquito bastante. Pero ayer leí una cosa que me hizo acordarme de algo que escribí hace un par de veranos. Aquí lo dejo a ver qué os parece.

Como siempre, un poquillo mío, jeje.


"
Durante toda la noche he tenido una sensación extraña, como si alguien, desde algún lugar escondido y secreto, me siguiese con la mirada. La sensación de sentirme observado, de temer que cada uno de mis movimientos sea controlado por alguien totalmente desconocido y ajeno, con mil ojos que me atraviesan de parte a parte y ven todo mi mundo interior expuesto, tendido a la luz del sol; luna, en este caso.

Poco a poco, ha ido tomando forma en mí un sentimiento distinto, forjado a base de inseguridad, de temor, pero también de una curiosidad inmensa. Esa sensación me ha perseguido inexorablemente el resto de noche que nos quedaba por delante. Esos ojos han pasado, sin querer, a un segundo plano eclipsados por el creciente fervor inquisitorio. De eso, en cierta forma, me alegro.

Lo que me hace preocupa mucho más es que, a partir de ese momento, toda mi atención y mis pensamientos se han centrado en averiguar a quién pertenecían esos ojos ocultos. No ha habido forma. La noche ha transcurrido con normalidad, salvo por el sentimiento de nerviosismo que me devoraba por dentro.

Ya en mi habitación, me he parado a pensar un momento más, dispuesto a zanjar el asunto antes de dormirme. Después de darle muchas vueltas, he decidido que no valía la pena el esfuerzo, porque jamás podría averiguar una cosa como la que pretendía. Desde luego, carecía de sentido todo aquello, todas esas sensaciones enervantes sin ninguna base real.

En ese preciso momento, al cerrar los ojos con la luz ya apagada, otro par de ojos inmensos ha aparecido ante mí. Eran de un color marrón profundo, pero con un brillo muy nítido y definido. El fino aro de un tono más oscuro, casi negro, que delimitaba el iris era de una perfección y belleza asombrosas.

Sin siquiera abrir mis propios ojos, he seguido mirando fijamente esos otros que se me presentaban en la oscuridad de mi habitación llenando todo el espacio. ¿Por qué ocurría aquello? ¿Por qué unos ojos preciosos e inmateriales aparecían sólo para mí? La respuesta tardó tanto en aparecer como el sueño.

Cuanto más los miraba, más me adentraba en una serie de razonamientos que, al principio, me parecían totalmente absurdos. Estas ideas comenzaban por la primera y más singular de todas: los ojos estaban ahí, ante mí, para hacerme sufrir. Era algo incoherente que, por otro lado, tenía una fuerza especial que lo hacía irrefutable.

Cuando traté de saber cuál era la razón de ese sufrimiento que pretendían infligirme, sólo encontré como respuesta una visión inquietante. Los dos iris se iluminaron repentinamente con un fulgor extraño y cálido que me envolvió y me dejó anulado por completo, a merced de esas imágenes que ahora se me presentaban. De forma pausada, una realidad diferente a la que yo vivía en ese momento fue sustituyendo elemento tras elemento hasta que consiguió desorientarme y no saber ni dónde estaba ni cuándo.

En esa nueva situación, la silueta de una mujer se empezó a materializar frente a mí. Los ojos fantasma habían desaparecido cuando comenzaron las visiones, así que casi me había olvidado ya de ellos. Poco a poco, la silueta oscura de una chica empezó a tomar forma justo delante de mí. A pesar de que la distancia que nos separaba era muy poca, ni un metro siquiera, parecía que la figura se encontraba a kilómetros. Esa idea de separación gigantesca me atormentaba terriblemente ya que, no sabía bien por qué, tenía que llegar hasta ella costase lo que costase.

A pesar de esa distancia, la imagen femenina se fue aclarando o, más bien, cobrando nitidez. Cuanta más claridad poseía, mayores eran mis ansias por tener cerca a esa aparición. En este punto, sin embargo, los rasgos aún quedaban demasiado difuminados como para distinguir quién era. El pelo, las manos, ya casi todo el proceso estaba completo. Únicamente faltaba el rostro por dibujarse.

La inquietud me comía por dentro y las ganas de terminar de una vez por todas con toda esa historia me hacía latir el corazón aún más deprisa. Tumbado en la cama, mis movimientos, inconscientes, eran cada vez más rápidos y exagerados. Parecía que todo el cuerpo estuviese reaccionando de mala manera ante la contemplación de aquél descabellado espectáculo.

El rostro cobró forma definida. No conocía a esa mujer que, con los ojos cerrados, estaba de pie justo delante de mí, a varios kilómetros de distancia. Las líneas de la cara eran de una delicadeza increíble y el color de la tez, tan pálido como la poca luz de luna que entraba por la ventana abierta. Las manos se me escapaban en dirección al rostro de la chica intentando acariciar lo que jamás podría haber siquiera tocado. La nariz era redondeada y pequeña. Los labios, de un color rosa pálido que me atraía de forma singular, que parecían llamarme sin moverse siquiera. Seguí examinando aquel semblante tan desconocido como hermoso. Las orejas, pequeñas, parecían las de una niña y le daban a la cara un aspecto de inocencia tal que rompí a llorar de alegría porque existiese algo así y, ala vez, de tristeza por saber que estaba tan lejos, que los tendría que perseguir toda mi vida.

De repente, la chica abrió los ojos, cerrados desde el principio, y ante mí se dibujaron esos que, un rato antes, me habían invitado a presenciarlo todo. Esos ojos que, de tan perfectos, me dejaban blanco y sin palabra alguna, que parecían hablar por sí solos. Esta vez, sin embargo, pertenecían a un conjunto, lo que hacía que la cara de la chica resplandeciese en la oscuridad.

Ahí acabó todo y yo caí en un sueño muy profundo del que desperté al mediodía siguiente. Nunca he sabido por qué me sucedió todo aquello a mí precisamente. Sólo sé que, desde aquel momento, hay épocas en que esos ojos vuelven a mí y me muestran otra vez la figura de la chica, ya siempre definida. ¿Lo que me dicen? Que la búsqueda ha terminado, que por fin encuentro lo que me faltaba y lo que tanto había deseado. Pero el final de su discurso sin palabras es siempre el mismo: esos ojos me quedan reservados únicamente en noches de sueños y reflexión. Mi respuesta es siempre la misma: “llegará el día”.

Después de eso, la oscuridad vuelve a abrazarme y me noto ahogado en un tranquilo mar al que ya me he acostumbrado."