martes, 23 de junio de 2015

AL FINAL DEL TIEMPO

"El tiempo se olvida, al fin y al cabo lo hemos inventado nosotros. El tiempo, como un fluir extraño e impredecible, se pierde en un vórtice imposible de calcular. El tiempo, arena que se escapa en un agujero sin fondo, se olvida al final del tiempo mismo casi sin poderse evitar.


Perdidos, dos se buscan en mitad del silencio. Dos, como uno sólo que partido por la mitad se separa en el mismo ímpetu de reencontrarse. Así, cada vez más lejos, la mitad deja al uno, y el otro se convierte en ajena mitad.


La calma, tan necesaria como increíble, sumida en una bruma de la que algún día despertaremos, inunda cada poro de la piel cansada y resentida, esa piel que el sol quemó en un deseo ferviente de contacto. Esa calma... Esa calma tan aceitosa que el aire, empastado del recuerdo más involuntario, se convierte en un humo muy difícil de respirar. Pero se respira; se respira y se queda adentro, en cada fibra, en cada parte del ser único, y se disfruta como solamente se puede disfrutar aquello que te destruye. Esa calma... Ese silencio que lo invade todo e invita a pensar.


Y un segundo, ese segundo tan intenso, tan cambiante y de ojos abiertos, se prolonga una eternidad inmensa, oscura, silenciosa, en calma y ajena a todo. Una oscuridad que, abrazando todo aquello que destruye su tejido, se llena por el contrario de brillos tan intensos que es imposible dirigirles la mirada. Mirada... Una mirada cansada de la repetición de lo aparente, ávida de esa oscuridad que llena de reflejos la memoria, que fuerza a destruir para luego crear.


Se acaba todo y llega el silencio. Se acaba el momento y empieza la hora de volver a sentir que es momento de empezar."

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