No saldrán de mí. Las he buscado y encontrado muchas veces pero huyen y se refugian en un rincón oscuro al que no consigo llegar. Se ocultan tan bien en las oscuridades de mi mente, de mi personalidad, que nunca alcanzo a atraparlas más de un minuto. Un minuto en lo que comprende una vida de imaginación... Nada.
No saldrán de mí. No lo harán porque, en realidad, nunca han estado. He fingido que la fuente de las historias era inagotable, inabarcable y siempre dando fruto. Sin embargo, la realidad es bien diferente. No fluyen las historias sino los sentimientos. Encapsulados en pequeñas marcas de tinta indeleble, han quedado todos como reminiscencia de lo que una vez nunca fue.
No saldrán sino distorsiones escampadas por un tapiz difuminado de sensaciones e ideas dispersas. Quedarán las manchas de un haber intentado existir como luz brillante, como faro que guíen una única vida. Quedarán, indelebles en el recuerdo de un pasado que puede que a nadie interese, las ocurrencias de una soledad inmersa en un no entender lo que sucede si no sucede dentro de uno mismo. Como decía Pink Floyd: "There's someone in my head but it's not me". Eso, pero en un sentido muy cogido por los pelos, como si en un sueño fuese.
No saldrán de mí, pero conservaré en mi interior tanta belleza como el mundo nunca pueda asimilar. No sabréis de mi existencia más que en retazos de recuerdos tejidos con tinta. Aún así, eso es lo más valioso que nunca soñaría con dejar: esa huella que algún corazón recoja, si acaso por casualidad, y que me acompañe hasta donde nunca consiga llegar, hasta donde siempre haya querido ir.
No saldrán de mí las promesas vacías, los mundos de ensueño y los versos más bonitos, pero sí prometo hacer de mi existencia una obra de arte en toda regla.
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