miércoles, 22 de abril de 2009

EL ESCARABAJO

"Parado en el banco de la cocina, resaltando sobre el blanco con sus colores vivos, el escarabjo avanzaba lentamente, casi tan lento como diminuto era. El inmenso ojo que, hasta ese momento, ignoraba su presencia y se dedicaba a sus tareas automáticas pensadas y preparadas de antemano, se detuvo al instante y lo contempló con calma.

De repente, el inmenso mundo por el cual se veía cada día más absorbido se redujo al tamaño del caparazón del minúsculo insecto. Toda la complejidad que rodeaba cada una de sus miradas, todo el aire que respiraba, los sonidos que le envolvían y evocaban todos y cada uno de sus pensamientos, todo ese entramado de realidad, se concentró en un bichito que caminaba por el banco de su cocina.

Como si viniera de otro mundo, una idea se instaló en su mente y pareció aclarar por sí sóla toda esa incertidumbre en que se sumía desde hacía mucho tiempo. La vida que le abrumaba existía paralela en ese ser que invadía su cocina y se perdía por el mármol blanquecino. Caminaba despacio explorando, quizá buscando algo, pero inexorable y sin detenerse. El momento que compartía por azar con ese insecto carecía de sentido para él, como persona, pero no para el animal. Pero, si eso era así, si los dos compartían ese instante, cada uno con su vida, no podía ser que esa existencia careciera de significado como hasta entonces pensaba.

Ese pequeño bicho vivía con su único secreto: no dudaba que tenía que vivir. En un instante único e irrepetible, fue consciente de que había encontrado el sentido de su vida en los colores del caparazón del escarabajo."

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