sábado, 11 de diciembre de 2010

SIN QUERER ESCRIBIR

"Quizá hoy escriba porque me lo hayas sugerido tú; puede que solamente sea por dejar que todos esos demonios recurrentes huelan aire limpio y se renueven. El caso es que, sin querer, me encuentro ante un papel en blanco sin ganas de ser nadie. Y esto, por muy etéreo que pueda parecer, tiene toda la razón del mundo. Cuando uno es solamente testigo del mundo alrededor y no es capaz de intervenr, cuando no se es nadie sino parte de una maraña de personalidades diferentes entrelazadas en un "soy" común, que poco tiene que ver con uno mismo, sea entonces cuando las palabas se abran camino lentamente hacia mí. Que lo escriba, dices, pero lo que puedo escribir no es del gusto de cualquiera. Quizá ni siquiera del mío. Pero lo hecho, hecho está. Quieres que escriba, pues te escribo. 

Lo que me viene al caberza no son palabras nuevas o frases nunca dichas, no: lo que pienso ahora mismo no es otra cosa que un amasijo de sentimientos que me cansé de repetir. Por explícitos en su momento (por inadecuados ahora), han quedado todos atrás en un recuerdo que el tiempo no ha sabido enterrar. Y me esfuerzo una y otra vez por dejar el pasado en su sitio pero, como si tuviese voluntad propia, resurge de entre las cenizas de mi corazón. Como no podría ser de otra forma, el resultado es un yo quemado e insatisfecho, disconforme ante la realidad de esta noche. Disconforme con tu abrazo a quien sea, con el roce de no se sabe quién; disconforme con mis ideas y, quizá, con mi vida desde entonces también.

La primera vez que nos miramos acabé por ser ya reincidente y aún faltaba la segunda, años después. Para aquella: solamente una mirada y otra vez perdido en una triste red. Triste por efímera, por salvaje, por inexistente e imaginada; triste por el valor que tuve en decirlo y por aceptar que mi idea fuese rechazada. Triste siguió la tercera; triste de no saber ya qué hacer. Después perdí la cuenta y decidí que el olvido convenía; ya no te volvería a ver, al menos en la forma acostumbrada, sino como alguien, sin importar quién es quién. 

Desde entonces el olvido ha quemado. He visto como te hundías y volvías a nacer en una realidad que ni por artificios pudiste dejar (y lo mal que lo pasé al teléfono aquella noche, que no se borra de mi memoria) y me duele y me quema la razón de que no seas quien puedes ser. Si te aprendí a ver con una sonrisa y un brillo especial tanto en tus ojos como en tus palabras, hoy no te reconozco. Y la rabia vuelve a aparecer por ser quien es quiente lo impide, sea quien fuere quien pudiese ser: ni te merece ni mereces lo recibido. Pero no soy quién para decir.

Todas las sensaciones, los sentimientos, las ideas persistentes son producto esta noche del alcohol que llevo en el cuerpo, pero no por eso deja todo de ser tan real. Que no sepa lo que me pasa por dentro... Ojalá lo tuviese todo claro y te pudiese volver a repetir lo de años atrás, que intuyo que sigue siendo cierto aunque no me quiero dar cuenta. Ojalá fuese quien no soy para arrancarte de esa monotonía insana, para llevarte a sitios con los ojos vendados, para sorprenderte con lo inusual de cada día, para mirarte y no tener que hacer más. 

 Esta noche te veo en la distancia de unos centímetros, rodeada de imágenes de mí mismo, de quien yo querría ser y es cuando la rabia aparece en escena, sedienta de verme ensombrecer. Y lo hago y no rechisto proque más que ella no puedo saber; ahora tú no eres nadie o, por lo menos, en eso espero que puedas quedar. No quiero volver a los pensamientos de siempre, pero creo que no me queda otra opción. Durante mucho tiempo me discutí todo lo que no tiene objeción alguna y, con el paso de los meses, de algún año, he llegado a aprender que no hay nadie ni nada que se escape de uno mismo, con todo lo que eso conlleva. En mi caso... quizá esta noche escriba porque me lo has dicho tú."



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