La mirada se alza imponente y un muro detiene su camino
justo cuando el aire se enrarece.
Como soles danzando en la locura de una vida antigua,
los recuerdos abren los ojos y emergen
de una memoria sin rumbo, de un letargo estancado,
del fondo más oscuro de todo lo que ya fue olvidado.
Descontrol y sentidos ciegos derrumban la resistencia;
se suceden entonces los pasos que alejan la mirada del muro,
hacen que el tiempo corra más despacio y,
poco a poco, se aleja la imagen de lo que pudo ser, y sólo pudo.