"De vez en cuando, sin quererlo, la luz se apaga. Yo aguanto la energía, pero cada partícula de luz se esfuma, se desvanece. Todo queda a oscuras y, por mucho que abra los ojos, ninguna imagen tiene sentido: es todo negro.
Entonces aparecen los desiertos teñidos de un ambiente solitario. Las raíces de un alguien que no debe ser inundan el cielo y se agarran a cada pensamiento; lentamente, en un suspiro, le chupan todo lo valioso y crecen, abarcando aún más hasta no dejar ver el firmamento. El sol se oculta cobarde y deja que las sombras negras campen en el destierro de un astro olvidado por el momento. Crecen, y la realidad se convierte en una cueva cerrada por raíces que no permiten apreciar el discurrir del tiempo.
Una palabra y todo este mundo caerá, vencido y hundido por el brillo de algo externo, de otra forma y de otro mirar. Un suspiro y dejará el mundo de ser mundo, pero eso no es lo que va a pasar. Las palabras, por lo visto, no son nada ni suficiente, por muchas que se escriban. Nada de lo grabado a fuego en cualquier momento puede abatir la soledad del desprecio. Así que "nada" se convierte en "nadie". El suspiro no era más que aire.
Y, a veces, cuando todo esto ocurre, la mente se va de paseo y se pierde, se extraña, y el camino más acertado no es el de vuelta a casa. Y, a veces, perdido en el tiempo, comprendo que hoy nada es nada, que solamente he sido yo imaginándome lo que quiero."
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