"La realidad se oscureció de repente ante la duda. El futuro que acompañaría a la sombra existiría pronto de una de dos formas: o la costumbre, o el deseo. De hacerse patente la costumbre, la negrura habría llegado para quedarse e impregnar todos los colores del mundo, dejándolos en silencio y apagados hasta nuevo aviso. En caso contrario, venciendo el deseo de todo lo demás, incluso a la vida misma, serían las luces de la razón, del sentimiento, las que impondrían el equilibrio, la energía y el detalle en la mirada. Sin embargo, se trataba del primer segundo de una vida entera, y resultaba difícil discernir lo probable de lo ansiado.
En ese instante, las dudas surgieron de cada sonido, de cada palabra, de cada roce. Las ideas comenzaron a girar, más deprisa cada vez, en un torbellino de confusión e imágenes enfrentadas. El ser y el no ser nadie se mezclaron en el interior. La cercanía, su olor, desataron la razón y la sombra se volvió loca. ¿Las manos decían "sí"? ¿Un "tal vez" quizá en los ojos? ¿Un "no" porque... porque...? Una intriga, al fin y al cabo, en las palabras por llegar. Y la mente de la sombra se apagó, encendida en nervios como estaba. Tras esta breve tormenta, de apenas unos segundos de duración, la calma inundó el mundo de la sombra y la negrura se paralizó. De repente, el cielo negro e interior parecía un lienzo oscuro, pero vacío.
La sombra levantó la vista y se quedó mirando aquel cielo durante un buen rato. La visión ante sus ojos despertó algo dormido en su recuerdo, en sus entrañas... y la sombra le siguió el ritmo. Alzó la palma de su mano izquierda y se quedó mirándola. Inmediatamente después, se la introdujo lentamente en el pecho, a través de su negro exterior. Entonces, la sombra sacó la mano de sí misma, cubierta de luz, de una luz líquida y dorada, cálida, serena, única.
Como sin poder evitarlo, la sombra siguió un impulso que le nacía desde lo más interno y desde el pasado; levantó la mano hacia el cielo negro y, con la luz goteándole entre los dedos, la sombra empezó a moverla frente a su rostro, mirando en todo momento hacia arriba. Poco a poco, con cada leve gesto de su dueño, la mano iba pintando en el cielo con la luz dorada de la sombra. Aparecieron paisajes increíbles, solamente vistos en su imaginación; momentos únicos y todo el haz de sentimientos posibles en aquel interior de uno solo. Miles de estrellas, ríos de luz, ciudades de cristal, noche de luna y palabras, emociones tatuadas en la piel, el color de unos ojos... El cielo de la noche de las dudas de la sombra se quedó completamente iluminado, pintado con la luz del deseo y, sobre todo, con la luz del yo recuperado.
Las dudas surgieron con un roce, un abrazo o unas palabras; el tiempo susurró que con calma. Pasarían unos segundos, unos minutos, unas semanas, y la sombra sonreiría a la duda, agradecida por haberle despertado el interior porque, pasase lo que pasase, se dedicaría a iluminar su cielo, a enriquecer la vida misma con la luz que surgiera de la chispa de un roce, de una mirada, de unas palabras. Y así, la noche no sería noche, sino la tranquilidad del tiempo y el nuevo día de una realidad olvidada.
Entonces, la sombra se sumió en su mundo, contenta por el simple hecho de haber descubierto, en la distancia, una nueva mirada."
No hay comentarios:
Publicar un comentario