"La muerte del alma llegó por sorpresa. Sin ser esperada, abrió hueco en la cabeza y como un aceite espeso, extraño, viscoso, impregnó de lentitud de movimiento las ideas. El mundo alrededor de los ojos dorados se hizo tenue, oscuro, pesado, desconocido y falto de interés. El recuerdo de la rutina de aparente armonía se esfumó en el aire y todo se contrajo.
Los ojos brillantes decidieron sumergirse y dejar de un lado lo vivido, ignorarlo todo y que se enterrase en el pasado. Así, la esencia de perder el miedo, de olvidar del olor, y los humos de la inconsciencia llegaron para quedarse; llegaron como un tornado.
Giró la vida y giró la muerte, y del vibrante remolino emergió la demencia, un estado extraño de hundimiento vulnerable, de desazón y falta de rumbo, de apertura a los sentimientos más extremos, del reconocer las carencia, de querer morir para que renazca mañana un mundo nuevo.
Los ojos dorados se desbordan. Los ojos brillantes se cierran. La luz de la noche se extingue; se apagaron todas tus velas.
Hoy no habrá lunas fisgonas, ni playas, ni noche, ni caminos nuevos, ni nadie, ni donde. Hoy no habré... ni descubriré tu espalda. No daré un paso contigo, pero echaré en falta ser quien devuelva a esos ojos la luz dorada que avergüenza a la luna llena."
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