viernes, 11 de diciembre de 2015

CUANDO LAS PALABRAS MUERDEN

"Cuando las palabras muerden, es difícil esconderse, tan difícil como resulta ocultar un mundo interior tan vivo y perdido. Cuanto se rebelan e intentan salir, nada detiene el avance imperecedero de unos pensamientos mal escritos que, sin embargo, gritan desde lo más recóndito de un lugar muy cuidado. Sacan los dientes y, órgano a órgano, tejido tras tejido, la realidad de barreras infranqueables se desmorona ante lo que quiere salir.

Cuando las palabras se agolpan en el embudo de una garganta cerrada por los nervios, todo se contrae: se contrae la respiración, se contrae el alma, se contraen los deseos y aumentan las ganas, se agolpan sin remedio en una boca que no se debería abrir. Y, eso, la falta de apertura al exterior, es lo que da fuerza a los dientes de estas palabras no deseadas pero inevitables. Se desgarra la carne, el alma, los ojos que perciben la belleza... Se desgarra la realidad compartida para convertirse en los jirones de una imaginación tan deseada... Cuando muerden...

Cuando muerden es cuando se sienten tan vitales, cuando todo depende su significado, sea dicho a tiempo o no. Es entonces cuando las palabras dejan ese mundo de ideas tan perfecto, tan abstracto, y se enfilan hacia un futuro que nadie acaba de conocer. Pero da igual: han de salir y saldrán, a pesar de los esfuerzos, que no son pocos. Porque si la garganta se cierra es solamente por no querer cargar a quien ya lleva demasiado a la espalda, por no agobiar con problemas que, aunque vitales, quedaron olvidados en la mente de lo que fueron dos.

No, no saldrá ni una. Esas palabras canallas, tan tiernas como sinceras, tan en busca de ser recibidas como lo que son, como la esencia de algo nuevo, quedarán encerradas tras una boca clausurada a la belleza y al tiempo, impedida de los deseos más profundos. No saldrán porque yo no lo quiero, porque por mucho que empujen, que arremetan y que arañen la superficie de la piel, no deberán abandonar este hilo de pensamiento que solamente conduce a un destinatario. No saldrán porque, si de mi depende, nada en la vida tocará esa tez que una vez fue... No, no dejarán el refugio de estos labios sellados por no molestar, por sabidas, por no interrumpir el discurrir de una vida de la que fueron apartadas casi sin querer. No saldrán por no hacer mella en esas heridas que, tan sin haberlas buscado, acabaron acariciando la sonrisa más perfecta. No saldrán porque me niego a destruir ese castillo sobre el que se alzará el alma que ilumina mis pasos, porque los cimientos de un mundo nuevo quizá requiera del sacrificio de quien fue y, aún habiendo sido, quedó relegado a un pasado que dejará una mera huella en el olvido.

No saldrán, así que no hablaré. Tan sólo, y por querer a la vida tal como debiera ser, callaré lo más hondo y lo encerraré en las mazmorras del deber y no poder. No diré ni un "te quiero", ni un "te echaba tanto de menos...". No, no acabarán estos sentimientos en sonidos que entorpezcan la renovación, el olvido de lo enfermo, la ansiedad, al dolor en el pecho, las ganas de acabar... No lo harán porque no quiero, aunque lo necesito; porque, de salir afuera tanto sentimiento, quedarías perdida en un mundo que ni tú comprendes, ni en el que yo entro. 

Ahora es momento de descanso, al menos para uno, así que las palabras quedarán dormidas o encerradas por un tiempo, a la espera de ese momento feliz que te pueda decir a la cara..."

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