"Ya no puedo escribir. Te has convertido en música y te me escapas. No puedo seguir estirando las manos para intentar agarrarte con la tinta del bolígrafo; te vas. Te esfumas convertida en viento, te escapas en sonidos esquivos que escapan del más adentro.
Te vas, y no lo remedio. Desapareces convertida en el humo del recuerdo, de uno amargo y oscuro que se ha convertido en la memoria de lo eterno. Te vas, y me quedo aquí en la sombra de este árbol tan inmenso en que se convirtió la soledad.
Y el mundo, ese tan lleno de vida, de colores, de luces brillantes y de intentos... quedará aparte en un rincón guardado, mantenido sin más remedio. La noche se hace oscura y, después de todo, lo agradezco; el frescor del no saber, del esperar, del qué me importa y el qué merezco... Todo más allá, aquí perdido en un mundo sin salida ni entrada, en un pequeño espacio de un corazón guardado bien adentro.
Y te vas, es cierto. Y te vas sin remedio. Y te vas, y te escapas, y huyes y enloquezco.
La calma siempre vuelve, sin embargo, al lugar del que no hay regreso. Llega, se instala, inunda, afecta, contagia, desgarra, indaga y al final, ahoga: todo queda a su merced, muerto. Cada instante, cada sentimiento, queda seco e inerte a la espera de un nuevo despertar, de que surja otro momento. La calma, el instante en que todo se torna negro y el aire, aceite de tacto espeso, impregna cada brizna de pensamiento.
Te quiero. Te quiero y no te conozco. Te quiero y no puedo saber ni adonde ir ni de dónde vengo. Cada puerta, cerrada a cal y canto por voluntad propia o por deseo de algo ajeno, cada ventana desde la que no te veo. Y no existes, y no eres más que deseo; pero uno tan firme y tan disidente del dolor interno, que ni ventanas, ni paredes, ni muros de cemento podrán detener la mirada que alberga un amasijo de sentimientos que te buscan. Te quiero.
Pero el tiempo pasa y aparecen las canas del saber y del no querer volver a pasar de nuevo por caminos conocidos, por esos pateados senderos de espinos y de gloria pasajera, de dicha ruinosa y apestar a insatisfacción, de calles anchas y negras que nadie camina, sólo yo. Pasan los años y aquí la oscuridad crece como crece la seguridad de un futuro controlado, querido y cuidado al más mínimo detalle. Pasa el tiempo y se vienen los recuerdos de lo que no fue, de lo que no ha sido, de lo que no es ni será en ningún momento. Hora a hora, pasa el tiempo, y aquí queda todo mi interior al sol, expuesto en un derroche de las fuerzas que no tengo.
Pero te vas, y eres viento. Te vas, movida por el aire, a pesar de que te quiero."
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