"Ahora iría hasta la mesa donde estás y te besaría. Sería desde la espalda, encontrando un hueco furtivo que se abriese en tu pelo hasta tu mejilla. Evitaría la tentación del cuello, porque quizás las cosas más bonitas se hacen siempre esperar. Además, tendría que calcular cada gesto con cierta gracia de la que no acostumbro para esquivar con acierto ese cigarro que sostienes en alto. Caería la colilla, apartarías el brazo, y quedaría a la vista al fin el objeto de mi movimiento. Y allí, en un pómulo rosado que invitase a la imaginación más desbocada...
Te besaria, es cierto. Haría todo el recorrido interno, el viaje más oscuro y difícil, únicamente para llegar a la cara de esa espalda que me llama a gritos. Haría lo imposible y aún más, si eso fuese lo necesario para conseguir lo que siempre he sentido de forma inevitable. Si de llegar se tratase, llegaría hasta el fondo más escondido de tu propio corazón. Llegaría por la espalda hasta esa silla menos solitaria desde que estas tú, y el arrebato de la fijación en tu mejilla no abandonaría mi mente al pensar que...
Me acercaría. Me acercaría... Me acercaría si acercarme fuese lo necesario, lo suficiente, lo adecuado, lo que importa más que nada y, más que otra cosa que quedase más lejos de un beso inesperado, una caricia donde no llego yo."
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