"Llegó el viento frío y el mundo se congeló. Con la tenue luz difuminada del invierno, el hielo pobló la tierra y absolutamente todo quedó convertido en un cristal helado. Los pocos brillos que traspasaban las nubes llegaban moribundos y se deshacían en reflejos al tocar el suelo. La vida alrededor había desaparecido, sepultada bajo la quietud del silencio y el frío del olvido. La muerte, una vez más, llenó cada rincón y todas las ciudades de la fina pero inevitable escarcha que adormece la luz de los pensamientos.
El único habitante del mundo desesperó al ver el temible letargo del tiempo que acontecía. La llegada de la nada, del no ser, del nadie más. Enloquecido por la perspectiva de soledad, acarició cada palmo de suelo en un intento inútil y ansioso de evitar la muerte de su hogar último y único. Con ojos desorbitados y una expresión de terror, el alma se contrajo y cerró los ojos. Todo había vuelto a desaparecer. Una vez más, nada en su mundo existía ya. Estaba sola.
En un impulso de ira, de frustración y rabia ante la situación repetida, el habitante de la vida renegó de la existencia de todo excepto de él mismo. Con decisión, comenzó a mirar hacia adentro; si el mundo era ahora la soledad de un cristal precioso pero inservible, haría que lo que él llevaba dentro se incendiase con el brillo de mil soles, que creciesen en su interior las selvas más frondosas, los cielos más dorados, las ciudades más majestuosas y un sinfín de vida, de vida que vibrase de verdad. Haría que todas las realidades de la imaginación conviviesen al mismo tiempo y se mezclasen todos los sentimientos posibles en uno solo, que la belleza del mundo exterior fuese un simple reflejo de lo que llevaba dentro.
Y, poco a poco, llegó la primavera. El mundo exterior deshizo los hielos del letargo y el tiempo volvió en sí; volvió la luz, el aire, la vida, el color. El alma abrió los ojos y vio entonces su realidad devuelta. Había pasado un invierno de desolación, muerte y ansias; ahora despertaba a un mundo renovado. En ese instante fue consciente: la muerte del invierno volvería a aparecer de modo inevitable. Sin embargo, la recibiría cambiada, sabiendo que cuando todo muere, es el momento de esperar que florezca otro mundo en algún rincón oscuro de lo más interior."
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