"Hoy, que brilla el sol y las sombras se esconden, quiero ver arder ciudades; que todo muera lentamente y llorar mientras ocurre. Quiero no tener que volver a pensar en lo difícil que se me hace el mundo, en un discurrir que no comprendo, en tantas voces que no están, que no me llaman, en tantas heridas que no tuve intención de provocar...
Que siga el fuego y arrase los montes; allí me encontrará con la mirada fija en lo inexistente a simple vista. Ojos hacia adentro, como siempre, me alcanzarán las llamas y cuartearán mi piel y secarán mis lágrimas. Si por no entender he asesinado, quiero que venga el fuego y que se una con este que llevo dentro. Por no hablar, nadie lo conoce, pero es tan seguro que me derrito, que no aguanto más... No elegí esta soledad enfermiza que me ahoga en el silencio; no elegí verme sumido en esta ausencia de todo menos de sufrimiento. Nunca he querido nada más que intentar mejorar a cualquier precio. Quizá no debí hacerlo, y quedarme así en mis malas formas... Pero sigue sin parecerme lo correcto.
Ahora y por ello, he ganado en entendimiento, en comprensión de lo ajeno, en la sabiduría de que no hay nada más importante que ser para otros, no para mí. Soy capaz de las emociones más profundas, más intensas, más precipitadas... todas esas que, en mi mundo, nadie comparte. Ni siquiera las miradas más cercanas, a las que vendé los ojos sin darme cuenta, han querido seguir fijas en mi dirección. Parezca verdad o no, he intentado ser persona.
Pero no, ahora ya no lo veo. Por más intentos y más penas, mi cabeza siempre tiende a alzar el vuelo sin control, ausente de más pasajeros que el vuelo de alguna ave que se cruza en mi destierro interior. Una vez sentí que no era extraño, que todo tenía un porqué que, por triste y desesperanzado que pareciese, alguien lo acababa de entender. Pero esta enfermedad que crece con los años sin atisbo de solución me ha hecho quemar y desgastar ya ni sé a cuántos. Nadie aguanta el calor del incendio que represento; como es normal.
Perdí en algún momento la cabeza, los nervios, la objetividad, las ganas, el camino. Desde entonces no hago más que guardar silencio para no decir lo que siento, para no molestar si te quiero. Sube la temperatura, pero ahora ya no tengo más corazón que una brasa ardiente que está por apagarse.
Por esto, hoy quiero ver cómo arde todo y llorar con motivo: que todo el mundo tenga claro que no soy un fantasma, que no me he ido; que solamente siento tanto que ya no puedo conmigo mismo."
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