Desnudo y perdido
camino sin rumbo, a morir
sangrando, herido.
Este desierto no parece tener fin.
Descrubo, indolente,
que un sol ennegrecido y extraño,
como delincuente,
me asalta y me abre. ¿Quién hay ahí?
Se gira, me giro y
la sombra se apodera de mí,
me arrastra y me duele y
me mata; cruel, se echa a reir.
El aire calcina y
huye la vida; la muerte, extrañada,
se acerca, me huele,
se para, lo piensa y también decide huir.
Y sólo, vagando,
el desierto se convierte en mí;
me quema y tortura
y nunca me dejará irme de aquí.
4 comentarios:
Muy bueno...Pero no te equivoques:del desierto se sale...aunque siempre habrá alguna flor marchita o un pedazo de tierra seca en tu vida que te lo recuerde los oasis existen...Mira al horizonte
Hay desiertos mucho más complicados que los que desaparecen perdidos en el horizonte; los hay que no existen, pero están ahí.
En ocasiones, el horizonte está por todas partes, sin embargo preferimos quedarnos en el desierto...
Lo peligroso del desierto es quedarse sin agua, rendirse a la comodidad del cansancio para dejarse morir por fin.
Muchos desiertos atrapan.
Gracias por el comentario ^^
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