Además, somos capaces de asociar sonidos a sentimientos, imágenes, olores y demás sensaciones. Se nos puede condicionar, entonces, para que asociemos tal cansión a una imagen. En eso se basa una parte importante de la eficacia de un anuncio publicitario.
Me he dado cuenta hace un rato de que ha desaparecido por fin esa saga de anuncios de televisión de ING en que mucha gente hacía cola. La canción me resultava un tanto repulsiva y me hacía cambiar de canal, incluso. En su lugar, parece que les ha gustado la moda de incluír a una estrella del deporte español y han fichado a Fernando Alonso. Pero es que, además, también está Matías Prats, que salía en los primeros anuncios del banco, creo, con su banco naranja.
Me parece un anuncio bien pensado, desde un punto de vista de influir en el posible cliente. Han recogido en un sólo anuncio toda la historia de la empresa porque, al final, suena la cancioncilla repelente pero mucho más de fondo y, sobre todo y más importante, con mucha menos duración. Sin saber de qué va el anuncio, al oir la canción conoces exactamente de qué están hablando y qué se anuncia. Por eso hablaba antes de la música como elemento no lúdico; manteniendo la música, el poder del anuncio por el impacto en el receptor es mayor, se establece con más fuerza.
Creo que, aparte de que el anuncio guste o no, que a mí no me parece gran cosa desde un punto de vista creativo o artístico, es un anuncio efectivo.
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