"El no de los labios de ella se hizo rotundo en sus oídos, rebotando en cada árbol, cada brizna de hierba, cada piedra. Los ojos de él escondieron sus pupilas y el mundo se retrajo de nuevo a una oscuridad tal, que toda la vida que le rodeaba escapaba lentamente dejando árboles muertos, plantas marchitas y arena.
Cerrando los ojos para contener el exterior, para concentrarlo todo en lo que escondía dentro, él se envolvió en una burbuja increíblemente luminosa. Los destellos de la esfera eran la única luz de la existencia; nada más, nadie más, tenía cabida ya en su mundo. Lentamente se elevó sobre el suelo, ascendiendo con ritmo cadencioso. Los brazos le colgaban a los lados, como inertes; la mirada se perdía en un suelo que quedaba atrás.
Volando por un mar de nubes y de ideas, en la oscuridad total que solamente algún rayo perdido de luz de luna rompía alguna noche, la esfera viajó con su ocupante tanto tiempo que la palabra perdió todo sentido. Nubes, noche, inmensidad... ni nada, ni nadie: solamente pensamientos furtivos que se transformaban lentamente. Sangre y sueño se volvieron alma y vida. Y empezó a a amanecer.
Cuando el alba de los días comenzaba, el hombre tomó una decisión inevitable. No había elección. Sacó una llave que llevaba colgada al pecho en una cadena dorada y se la acercó al pecho. Sin prisa, se abrió la camisa y dejó al descubierto una pequeña cerradura. Introdujo la llave y abrió la pequeña puerta tras la que guardaba el corazón. Sacó un pequeño trozo de rubí, lo alzó ante sus ojos para comprender lo que dejaba y, acto seguido, lo dejó caer al vació de un mundo en que la la luz de la esfera no rompía la del sol.
Con el tiempo, fue dejando caer fragmento a fragmento y a medida que lo hacía, su vuelo disminuía en altura. A ratos, le llegaban sonidos desde abajo, sonidos que no reconocía, pero que recordaba. Cada día un fragmento nuevo caía salía de la cajita del pecho hasta que, finalmente, quedó por fin vacía. Ese día tocó el suelo.
La esfera se desvaneció por completo y la vista era completamente distinta al momento de su partida. La tierra ya no se cubría de restos de vida muerta, de arenas calientes y oscuras; ahora,en su ligar, había un suave manto verde cubierto de pequeñas flores de un rojo muy intenso, más que vivo.
Enfrente vio que se acercaba alguien, una figura tan extraña como conocida; tan recordada como imaginada. Tras la muerte de su despedida, comenzaba un nuevo ciclo. Pero ahora, con el corazón vacío, con todo lo perdido regalado por el mundo, con todo lo aprendido, con todo lo ganado, podría llenar el pequeño hueco del pecho con algo precioso que encontraría una vez y siempre, en unas pequeñas flores de un rojo muy intenso.
Con el corazón vacío, con la vida en las manos."
1 comentario:
Poco que decir... sublime.
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