sábado, 24 de octubre de 2015

RECUERDO

"La sombra se sintió herida, y tan de repente que la única solución fue huir hacia lo más conocido, hacia lo más olvidado que el mundo pudiese recordar.

El bosque era tan denso que ni un solo haz de luz lograba desentrañar la oscuridad que reinaba sobe un silencio sepulcral. Poco a poco, como ignorando el paso del tiempo, en definitiva sufriendo segundo tras segundo, la sombra se vio inmersa en un mundo tan habitual como extraño, aun a aquellas alturas. El aire cambió del no saber estar parado, de la ausencia de movimiento al no saber estar sin hacer nada, simplemente quieto en un rincón. Y el alma en cada latido resonando las sienes cansadas de la sombra vagabunda de su interior.

Lejos quedaban esos momentos en que un mar cálido casi bañó sus pies, mañanas inundadas de día y soles sumisos a aquellos reflejos que... Pero no, mejor no recordar. La sombra avivó el paso hacia la arboleda más profunda que pudiese encontrar. No, basta de recuerdo, pues ese precisamente había sido el motivo de aquel viaje tan obligado como necesario hacia el corazón del bosque, al Monte Olvido. Las espinas arrancarían jirones de piel inexistente de la sombra desgranando poco a poco un sentir ya inadecuado que convenía enterrar en lo más profundo, Todo estaba dicho, información más que entregada sin quererse escuchar. Así que al monte, heridas sin remedio incluidas en lo que sería vez primera en escalar las rocas y aristas de aquella ladera en busca del destino repetido y acostumbrado de aquel pateado camino; al Monte Olvido. Así pasó lo impasable y todo se aceleró; tiempo y semillas de lo encontrado por casualidad y vencido poco después a la sangre que corre tocada de agua salada y ese aire tan espeso, tan difícil de respirar.

Un día, tras meses de viaje por la espesura eterna y radiante de una soledad perfumada de locura, la sombra llegó a los pies del monte. Un vistazo a la cima y vidas anteriores prendieron fuego en un interior que se calcinó alguna vez, de forma que no volviese a pasar. Aquella cima, aquel vértice que arañaba el cielo, sería el lugar donde acabaría el viaje, recorrido inerte de vida nueva, opresor venido del centro más profundo del más olvidado corazón.  La sombra comenzó el ascenso. En lo más alto hallaría las vistas de lo increíble, ausentes de lo ajeno, capaces de hacer imposible cualquier pensamiento que no abarcase aquel paisaje tan verde como árido, tan oscuro como preñado de luz. De ahí el nombre de Monte Olvido; todo lo que afuera hubiese ocurrido quedaba borrado en un pasado que no podría regresar. Un lugar tan santo como ansioso de la más mínima gota de sangre que pudiese hacer derramar. 

Y así fue, entre salientes afilados, puntas de roca y espinas que hasta el frío del aire temía, que la sombra recorrió paso a paso, a piel desnuda, todo el calvario en pendiente que tenía por subir. Sería libre; libre aunque fuese encerrada en aquel interior de valles, desiertos, montes y caminos, de ruinas y ciudades de cristal, de noches sin luna y lunas sin noche que albergar, de soles que nunca saben dejar de brillar. Pero más valía eso que un exterior inalcanzado que ella era incapaz de olvidar. Todo tendría sentido.

Un día en que el sol ni se había dignado a salir, la sombra alcanzó su meta y coronó el Olvido. Vista magnífica y tan reconfortante... Aire que olía a música, vida en fotografías imborrables y nubes que cubrían el cielo de palabras. Era el lugar perfecto, en toda su extensión. La sombra, satisfecha y con media sonrisa en su inexistente rostro, eligió la roca adecuada y se sentó a contemplar el todo de la nada. La sombra, tan cansada del viaje, respiró profundamente y, al exhalar, bajó la cabeza en un movimiento de descanso. Fue ese el instante en que se dio cuenta; aquellas piedras... ¿Era su aspecto de verdad? Las manos impacientes y oscuras de quien se había dejado la piel en el camino alcanzaron una de aquellas pequeñas piedras y la acercó a los ojos ciegos de su dueño. 

—Esto no estaba aquí antes...

Impreso. como una veta en el interior de un cristal, como un holograma fuera de lugar, un recuerdo se representaba ahí adentro y giraba y se volvía borroso y se volvía a apreciar. Un recuerdo que escapaba al bosque más profundo, a las heridas más hondas, y a un tiempo que agrietó hasta el aliento. 

Cautiva en el interior de la piedra preciosa aparecía la imagen de unos ojos, unos tan grandes y tan marrones que eran imposibles de ignorar. ¡La habían seguido! Loca en su huida del mundo deseado, del centro de la realidad, la sombra corrió lo más que le permitieron sus fuerzas; pero aquellos ojos la habían acompañado sin ella darse la más mínima cuenta. Aquellos ojos, aquel mirar que lo fue todo y del que huyó se había infiltrado en cada piedra que la sombra tocaba. Uno tras otro, todos los trocitos de aquel lugar apuntaban invariables a un pasado que volvía como impregnado en cada poro de la piel.

Y así, subida a la cima del Olvido, la sombra quedó en la única compañía de aquellos ojos que habían poblado sus días sin apenas darse cuenta y que, sin siquiera notarlo, se marcharon. Y así, llegados hasta donde no llega el pasado, la sombra quedó sumida en el sentido de su destino, uno en el que ya nunca los podría olvidar."

sábado, 17 de octubre de 2015

POR CASUALIDAD

"El mar empieza en calma, como siempre. Ola tras ola, la espuma se alborota alrededor de mis pies. En cada gota, en cada reflejo de lo que rodea, una arco iris de tantos colores... Y la música vuelve a sonar. Vuelve el ritmo de algo tan desconocido, tan pendiente de explorar, que el aire de deshace en un movimiento suave y continuado que tiende a no acabar ni ahora ni nunca, por mucho que el tiempo cambie alrededor.

Cambiará, y lo vivido se convertirá en el cemento más duro, en el más profundo acristalamiento de un olvido tan deseado como inevitable; retornarán las formas del pasado a un presente que no las añora, a un momento en que todo sobra, todo menos aquél sentir tan descubierto por casualidad. Esta noche, que se hace con estrellas fugaces y exigua en tiempo, en lo vivido, me ha demostrado que lo que fue sigue estando vivo en una realidad de la que me alejé y de la que no quise saber más. Pero sigues estando viva... Por casualidad, entre uno y otro recuerdo, entre jirones de un futuro que nunca fue, que nunca será, esta noche nos hemos encontrado en un rincón perdido, opuestos en las esquinas más alejadas de un mismo bar. El tiempo se congela, siempre y cuando pretenda que eso, de forma tácita e involuntaria, suceda; y así los humos de tiempos remotos, el no saber estar por no haber saludado... todo se vuelca en un sentimiento confundido que nubló mi mente años atrás.

Los años sepultados entre briznas de hierba mal crecida, entre escombros mal esparcidos de lo que nunca fue ruina completa, no han servido de nada cuando, al ver una sombra conocida tan de cerca y de forma inesperada, el corazón se altera en un fluir de sangre desquiciado, dictado por el más profundo deseo de no olvidar y, sin embargo, tener todo recuerdo anulado. Los años, esos tan dulces y tan sutiles, tan pasados por alto pero tan vividos a tumba abierta, vuelven en forma de recuerdo encarnado, en la silueta de aquella que lo fue todo durante un breve período de tiempo, en aquella figura hasta entonces no concebida que dio sentido a la muerte de la que nacería esta vida eterna, tan agradecida, tan descubierta gracias a ti, tan valorada desde entonces a pesar del sufrimiento que, sin querer, padecimos uno y otro en un momento al azar que nos unió, sin querer, en un mismo espejismo de lo que es en realidad sentir."

jueves, 15 de octubre de 2015

LA FOTOGRAFÍA

"La belleza es fácil de capturar, sobre todo a través del objetivo de una cámara. Es todo tan simple como encontrar por pura casualidad aquello que no se esperaba, oculto entre las sombras que, en el preciso instante, derivan en luces colocadas en el lugar más perfecto. Es tan simple y tan asombroso encontrar ese segundo concreto en que toda la existencia parece cobrar un sentido único e indivisible, nada relacionado con el discurrir del día monótono, que sobrecoge inmovilizar la esencia de una creación tan compleja con una simple imagen. Es fácil, en contra de lo que parezca, retratar la belleza inmóvil, parsimoniosa y casi estancada, sumida en un tiempo inexistente en que se resumen pasado, futuro o presente... 

Pero todo tiene su lado oculto. Esa simpleza de movimiento que encierra lo bello para poder contemplarlo siempre, una y otra vez hasta el delirio, es en efecto fácil de admirar. Pero si hay algo así de sencillo, obligatoriamente se encuentra con la contrapartida de otro aspecto extremadamente complicado en su mera existencia. Y eso, al menos en lo que toca a la belleza, no va más allá de todo aquello que fue necesario anteriormente para dar lugar a esa expresión de lo valioso de esta realidad. La belleza, mientras fácil de captar y mucho más aún de vivir, es un bien tan preciado que poco en este mundo es capaz de retenerlo, de protegerlo del paso de un tiempo despiadado que lo envía todo al recuerdo sin el menor remordimiento. Y es que conservar esa luz que invita al arte, que no deja pensar si no es en ella, que deshace cualquier noche en rayos de sol al terminar de escribir, no es fácil de mantener. 

Poco en esta vida, muy poco en realidad, es capaz de conseguir que cada minuto no sea otro más sino repetición del anterior. Poco o nada, por decir hasta el extremo, puede evitar que tu fotografía, por años que ya tenga, sea más que una simple imitación burda y sin sentido de lo retratado, de la verdadera expresión inmutable de lo que es bello de por sí. Poco o nada, ahora sí a ciencia cierta, se puede comparar con esa belleza innegable que al otro lado de la cámara fue una vez inmóvil, de esa que cada vez que se cruza por azar en una calle cualquiera, a una hora en la que nada se esperaba, desata los rincones ocultos de la más bella imaginación."

martes, 13 de octubre de 2015

EL ESPEJO

"El alma se encuentra de nuevo en un paisaje desértico y dejado de la mano del olvido; cielo negro, nubarrones cubriendo el horizonte en tono amenazante, ilusiones de un pasado pesado que impregna el aire del más rancio hedor. La noche se hace larga en un segundo y la infinidad recorre cada poro de la piel, anidando desapercibida y haciendo mella hasta lo más profundo, hasta el centro mismo del rincón más guardado en el corazón de un alma incomprendida que, noche tras noche, todas como esta, saca a paseo lo que guarda en el interior. Las luces de la calle, ausentes y naranjas como solamente ellas saben ser, ignoran a quien pasa por debajo absorto en pensamientos que no deberían salir a horas tan intempestivas. El alma, tan oscura como perdida, sigue su camino a pesar de todas aquellas palabras que la rodean sin cesar, que se ciernen como buitres hambrientos sobre una presa que ni por asomo ha muerto todavía.

La noches se hace aún más oscura y los caminos se confunden. Las imágenes de quien se encuentra cerca, de aquellos que han tenido el privilegio de rozar la piel inexistente, la protección tan transparente que alma esgrimía entre si misma y el mundo alrededor, penetran en una simbiosis macabra que lo llena todo de recuerdos deformados, de impresiones absurdas que nada tienen que ver con la realidad. Esa permeabilidad tan incoherente, tan poco decidida como inconveniente, deja pasar los ácidos de opiniones corrosivas cuyas bases no responden a la lógica normal, al comportamiento deseado que, muy a pesar de tantos, se ha convertido en algo tan exiguo como ignorado en un tiempo en que nadie sabe qué es pensar, en que todas las voces que no tienen ni idea pueden opinar. El eco no es el sonido puro, como no es la imagen real la misma que reproduce el espejo. Pero allá cada cual en la oscuridad de propio ser oscuro...

El alma, herida de muerte ya tantas veces sin motivo aparente, recela del mismo aroma del aire y se resguarda, cubierta de espinas sobre una coraza helada, impenetrable, ausente de cualquier calor que surgiese inevitable de la emoción que —oh, sorpresa— sí siente. El alma aprendió que en la noche el sol brilla escasas veces; aprendió que la luz no siempre proviene de un faro salvador, sino que, más bien al contrario, puede brillar desde los infiernos de un pasado devorador y de un futuro incierto y poco deseable. El alma, que por quemada llevaba una costra como piel más externa, conocía del calor de los momentos falsos en que nadie es nadie, sino el reflejo de aquél que no tiene valor de ser, que no tiene valor de encarnar, de aquel que siente su realidad tan próxima a la muerte como dolor se aprecia en su mirada. El alma, que tanto ha pasado y que de tanto se queja sin emitir sonido alguno, sabe ya que lo malo es únicamente pasajero, que lo eterno siempre queda, convertido de una u otra forma, en la imagen viva de un destino sereno y redentor.

Las noches se hacen noches porque sí, porque el equilibrio también depende de la muerte; y esta actúa, y el día se convierte en noche y esta a su vez desemboca en día. Nada cambiará la oscuridad del momento por el brillo subsecuente, el que venga después de todo aquello que debe ocurrir, en que todo lo vivido lo sea de forma inevitable, en que todos y cada uno de los momentos sea solamente una célula de la piel oscura del alma profunda que nunca logra salir. Las noches, tan frías como sabias, imprimen el amargor de las opiniones mal dadas, de los sentimientos mal venidos, de la incontinencia más creativa y de las calladas más dejadas al olvido en cada brizna del aire que el alma respira. Poco a poco, los pulmones se inundan del fulgor de tanto recuerdo aprendido y algo cambia.

El alma, sorprendida por el resplandor de algo esencial que brota de su interior, contempla la piel que contiene su cuerpo etéreo y un brillo mortal esfuma los recuerdos de lo que nunca fue, de lo que nunca será y de lo que dijeron que no podría haber sido. Un calor ancestral traspasa la piel del alma, antes opaca, y esta irradia el poder de una sensación que nunca habría podido conocer. Hicieron falta muchas noches ausentes de luz, muchos mundos vacíos y en ruinas por explorar, para que el alma se diese cuenta de que nada importaba tanto, de que nada era relevante fuera de la luz que emanaba entonces de aquél punto radiante, de aquel centro de fulgor.

Y, entonces, la noche se hizo alma y el alma se fundió en la oscuridad, iluminando cada rincón con el brillo reciente de su más íntimo interior. Intentos fracasados y nubes de desesperación languidecieron como frutos pasados en la rama de un árbol seco. Momentos pasados y recuerdos muertos se quemaron como papel antiguo, como fotos viejas de otra vida, bajo la luz que todo lo iluminó. Y la noche, hecha alma y completamente desbocada en un nuevo mundo, ignoró la oscuridad que sobrevenía desde sus más recónditos rincones, y los escondrijos de las excusas se llenaron de luz, y los ojos del alma sonrieron a pupilas abiertas, a lágrimas no vertidas por no ver la razón de su existir. 

La luz iluminó un camino hasta entonces inexistente y la sombra, sin duda que albergar, inició la marcha a un futuro desconocido pero, ahora sí, de un pasado sumamente aceptado del que ya no venían vientos fríos que endurecieran su coraza; ahora, el cálido aroma del saber a ciencia cierta, del encontrar el placer en cualquier mirada, en cualquier sonrisa, en cualquier puerta abierta, hacía que el olvido devorara toda aquella vida tan pasada como obsoleta. La luz iluminó la mirada de la sombra y esta se desvaneció en el aire. 

La luz... La noche... El alma... Todas en uno, una alma en todas, tan parecidas como encontradas, fundidas en el recuerdo inexistente de esperar lo que no se espera, de encontrarlo todo al final mientras aún no se ha encontrado nada."